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Héctor Herrera rescata al Atlético de Madrid en el último minuto

Entró de cambio y anotó el gol del empate

Herrera existe. Es futbolista, además. Y con criterio por lo visto en el escaso cuarto de hora que se le permitió vestir la rojiblanca. Y con arrestos, los suficientes para buscar en el área de la Juventus ese último balón. Y con gol, en fin, porque su cabezazo a la salida de un córner vale un empate agónico que sabe para el Atlético como la mejor de las victorias. Apenas un rato antes, el equipo italiano parecía cerrar el partido con el 0-2. Pero resulta que, a falta aún de muchas otras virtudes, el equipo rojiblanco tiene fe. Y al mexicano, mire usted. Dejemos para otro día la interesante cuestión que en el fondo nos perturba: ¿por qué parecía invisible hasta ahora?

La Juventus tiene un fondo de armario espectacular, posiblemente el mejor de Europa, de modo que tipos como Mandzukic o Emre Can ni siquiera caben en la amplia lista de la Champions. Así pasaba, que la duda de Sarri para el once pasaba por Bernardeschi, que destrozó al Atlético en la triste noche de autos, o por Cuadrado, que fue el elegido y que tuvo toda la intención de destrozarlo ayer. De hecho lo hizo, cierto es que esta vez el cuadro de Simeone aún tuvo fuerzas para levantarse. Estuvo a punto de caer otra vez, porque Cristiano rondó la diana decisiva en la prolongación, pero al fin y al cabo se mantuvo de pie. El punto sabe a gloria.

De salida, La Juve trató de acaparar la pelota, en lo que el Atlético se afanaba en demostrar que cualquier vía es buena: en menos de cinco minutos y sobre el cuarto de hora lo intentó desde la contra (conducción de Joao a la que respondió Szczesny), desde la pizarra (cabezazo de Giménez en saque de esquina ensayado) e incluso desde la elaboración (jugada de combinaciones en cuyo desenlace vuelven a estar el punta portugués y el meta polaco), exhibiendo una versión más que potable para un partido más que complicado.

Conviene detenerse en el tercero de esos lances, porque era el previo al descanso, un Atlético mucho más paciente de lo habitual con la pelota en el pie. Bien proyectado desde atrás por Thomas, bien sostenido por el resto del mediocampo, el equipo rojiblanco tropezó sin embargo con dos cuestiones que impidieron más ocasiones en los dominios bianconeros. La primera pasa por la cantidad de centros que se pusieron al área por el mero hecho de ponerlos, como si la zaga turinesa fuera una tienda de oportunidades; la segunda, quizás consecuencia de la primera, por la dificultad para hallar a Costa en posiciones de remate. Al de Lagarto se le marchan los partidos, no sólo éste, sin probar apenas suerte.

Parecía la de la Juve una versión a medio gas. Pjanic sabrá si andaba renqueante de batallas anteriores, el caso es que apareció con cuentagotas para poner orden y acercarse a tres cuartos. Lo mejor era Cuadrado por la derecha, pero lo más peligroso era Cristiano por donde le pareciera. No tanto por lo concreto, apenas dejó antes del entreacto un disparo lejano y un cabezazo, ambos embolsados por Oblak, como por lo que sugiere su simple presencia. No hay modo de que el tipo pase inadvertido, más allá de que la grada tampoco estuviera dispuesta a que lo pareciera.

Por eso, mientras Higuaín corría a la contra en la reanudación, todo el estadio buscó con la mirada al portugués, que volaba hacia el área rojiblanca. Todo el estadio incluido el Atlético, por supuesto. Todo el estadio excluido el argentino, por cierto. Así que halló a Cuadrado en el otro lado. El colombiano, sin hacer honor a su apellido, puso una rosca espléndida donde ni siquiera Oblak puede llegar. Tocaba remar, pésima noticia para un equipo en reconstrucción. Lo primero que hizo Simeone fue incluir a Correa, que no ha hecho un solo mérito en todo el verano para que se le incluya. Por delante de Vitolo, para que el canario tenga claro lo que hay.

Enseguida llegó el segundo italiano, faltaría más. Alex Sandro percutió por la izquierda y Matuidi cabeceó inapelable sin que nadie se diera por aludido. Dos goles encajados, tres partidos seguidos… lo que fue, lo que ya no es. Al menos la zaga rojiblanca hizo el quite del perdón en el otro área, porque fue Giménez quien rescató una falta frontal de cabeza para ponérsela también en la testa a Savic. Gol. Había partido, por increíble que pareciera. Los italianos, que ya son lo que eran.

Efectivamente, la jaula de grillos bien pudo derivar en el tercero visitante, pero terminó derivando en el segundo local. Lo había tenido ya Vitolo, a mayor gloria de Szczesny, y se había reclamado un penalti por mano de Bonucci. Daba la impresión, además, de que la Juve se descosía por lo físico y de que los cambios no la sentaban bien. Hasta que apareció Herrera, ese muchacho. Cuentan que se llama Héctor y lo mismo ha venido para quedarse. De momento, y frente a Cuadrado, expuso la fe al cuadrado. La del Atlético, ustedes perdonen.

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