Desde sus inicios, el hospital ha estado sujeto a los conflictos sociales de la región.
Frutas, maíz y café son la moneda habitual para comprar medicinas en el Hospital de San Carlos en Altamirano, municipio del sureño estado mexicano de Chiapas, donde la vieja tradición del trueque garantiza a los enfermos el acceso al tratamiento médico.
“El servicio médico en San Carlos es gratuito pero los medicamentos no, algunos pacientes pagan con cosas simbólicas como naranjas, café y maíz que recogen de la cosecha” explica sor Adela Orea Duarte, miembro de la congregación Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, médico general y directora del hospital.”
Osvaldo Hernández Aguilar, un paciente diabético que debe caminar más de 6 horas para llegar al San Carlos, cuenta a Efe que desde hace dos años no ha podido trabajar sus tierras por su enfermedad y que su único apoyo económico se lo proporciona uno de hijos pero aun así no es suficiente.
“Aquí son muy buenos; como nosotros no traemos dinero, no podemos pagar todo lo que necesitamos. Aquí me dan tiempo para pagar poco a poco, así venimos, yo todavía debo aquí porque no puedo pagarlo todavía; estoy viajando pero estoy pensando pagar poco a poco, aquí si por eso hasta acá venimos”, relata.
Ana Luna Moreno comenta que llevó a su madre, que es hipertensa y tiene problemas cardíacos a que le hagan estudios. “Hoy vine a pagar mi debe (deuda) con alimentos por falta de dinero, siempre pago poco a poco, aquí nos dan el apoyo siempre”, dice.
Hasta la fecha el hospital opera únicamente con recurso propio y donaciones que se agotan rápidamente ante la demanda de los servicios, a diario se atiende a más de 70 pacientes y en temporada de campañas médicas la asistencia es de más de 150 enfermos.
“Este hospital fue fundado por unas hermanas Dominicas de Dakota del Sur, norteamericanas, llegaron en 1969 a Chiapas, trabajaban en toda la zona de la selva y se dieron cuenta que la salud estaba muy precaria”, comentó.
Las religiosas, explica “pensaban que era necesario levantar un pequeño dispensario y decidieron hacerlo aquí en Altamirano porque era un punto estratégico para la entrada a las Cañadas de la selva de Ocosingo”.
Pero fueron rebasadas por las necesidades de las comunidades en materia de salud y decidieron traspasar el proyecto al obispo Samuel Ruiz, entonces titular de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, en el sureño estado de Chiapas.
Ruiz les pidió a las Hija de la Caridad de San Vicente de Paul hacerse cargo del hospital. Con un médico, dos enfermeras y una trabajadora social, las religiosas llegaron a Altamirano en avioneta, la única forma de hacerlo porque en aquel tiempo no se podía llegar por tierra.
Sor Adela recuerda que existía una compañía norteamericana, “Alas de Socorro”, con tres avionetas en San Cristóbal de Las Casas que se comunicaba con ellas por radio para saber cómo estaba el tiempo para poder volar y si estaba bien, entonces los enfermos graves podían ser trasladados para su atención médica.