Jhon Jairo Velásquez Vásquez, conocido como Popeye, el temido sicario de Pablo Escobar vinculado a muchos de los peores crímenes del cartel de Medellín, murió la madrugada de este jueves en el Instituto Nacional de Cancerología de Bogotá, donde se encontraba hospitalizado por un cáncer de esófago en estado avanzado, según ha confirmado el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec).
Velásquez, de 57 años, que estaba otra vez preso desde mayo de 2018 por un caso de extorsión y concierto para delinquir, padecía la enfermedad en sus fases terminales, con metástasis en los pulmones, el hígado y otros órganos, por lo que había sido trasladado desde el pasado 31 de diciembre al centro en el que falleció, donde recibía cuidados paliativos.
Las heridas abiertas que dejó Pablo Escobar
Popeye ostentaba sin mayores muestras de arrepentimiento el título de ser el jefe de sicarios de Escobar durante la cruenta guerra que se libró durante las décadas de los ochenta y noventa en Colombia.
El lugarteniente del brutal capo del narcotráfico confesó 300 asesinatos, dijo haber participado en otros 3.000 y aceptó haber coordinado un centenar de atentados con coches bomba planeados en los peores tiempos de los grandes carteles, que libraron una guerra contra el Gobierno para evitar la extradición a Estados Unidos.
Reconoció haber estado directamente involucrado en crímenes como el atentado contra el vuelo de Avianca en el que murieron más de un centenar de personas, el secuestro del expresidente Andrés Pastrana cuando era candidato a la alcaldía de Bogotá o el del exvicepresidente Francisco Santos cuando era jefe de redacción del periódico El Tiempo, entre muchos otros.
Acorralado, Velásquez se entregó a las autoridades en 1991 y estremeció a la sociedad por la frialdad con la que narró sus crímenes.
Permaneció en la cárcel de máxima seguridad de Cómbita, en el centro del país, hasta el 27 de agosto de 2014, cuando salió tras cumplir una condena de más de 20 años por un único crimen, el homicidio del candidato presidencial Luis Carlos Galán.
«Alias Popeye confesó haberles entregado el arma a los sicarios que asesinaron a mi padre. Lo perdoné. No me alegra la muerte de ningún ser humano. Espero que al enfrentar la muerte se haya arrepentido de todos sus crímenes», declaró Carlos Fernando Galán, hijo del recordado político liberal, en una de las primeras reacciones.
Mientras estuvo en libertad condicional, Popeye fue frecuentemente acusado de reunirse con capos del narcotráfico.
En un sonado episodio que lo puso en la mira de las autoridades, a finales de 2017 lo encontraron en una fiesta con Juan Carlos Mesa, Tom, el jefe de la Oficina de Envigado, una banda criminal creada por Escobar.
“Estaba en una fiesta y pasó lo qué pasó. No es delito ir a una fiesta”, se defendió en Twitter.
En esos años libre, Velásquez adquirió notoriedad mediática al convertirse en una figura de redes sociales que se plegaba a las campañas de la ultraderecha, con frecuentes referencias al odio y la violencia.
Ese perfil público lo llevó a ser youtuber –su canal en esa web tenía el paradójico nombre de Popeye arrepentido–, escribir libros y promover documentales y películas sobre su vida. En sus frecuentes entrevistas solía exhibir la frase que llevaba tatuada en sus antebrazos: «El general de la mafia».
Desde esas tribunas criticó a destajo el proceso de paz con la extinta guerrilla de las FARC y se seguía refiriendo a Escobar como “el patrón”.
En junio de 2016 dijo en una entrevista a Verne que había decidido abrir su canal de YouTube para estar en contacto con la gente y transmitir un mensaje.
“Lo hago para mostrar que delinquir no vale la pena”, aseguró. Sin embargo, amedrentaba sin pudor a cualquiera que considerara su enemigo.