El promedio de bateo en las Grandes Ligas disminuyó a .244 esta temporada, lo que representa su nivel más bajo desde el año del lanzador en 1968, aunque la ofensiva mejoró notablemente después de que las mayores tomaran medidas a mitad de la temporada sobre las sustancias para mejorar el agarre de la pelota por parte de los pitchers.
Las estrictas medidas de las Grandes Ligas tuvieron el impacto deseado, poniendo fin a una racha de 12 temporadas consecutivas en las que los ponches habían impuesto récords.
Desde el día inaugural hasta el 2 de junio, el último día antes de que entraran en vigor las medidas, los bateadores tenían un promedio de .236 con un porcentaje de slugging de .395, un OPS de .707 y un promedio de 4.36 carreras por equipo en cada juego. Desde el 3 de junio y hasta el fin de la temporada regular, el promedio de bateo aumentó .248 con .419 de porcentaje de slugging, un OPS de .738 y un promedio de 4.62 carreras.
Hubo una cifra récord de 2.664 ponches más que hits, un aumento en la brecha respecto a los 1.147 registrados durante la temporada acortada de 2020 y los 784 de 2019, cuando los ponches superaron a los hits por primera ocasión.
Aunque se registraron 42.145 ponches, una ligera disminución respecto a los 42.823 de 2019, los hits bajaron de 42.039 a 39.481 a medida que proliferaban las formaciones defensivas especiales. El promedio de bateo de las Grandes Ligas fue de .271 en 1999 –en el apogeo de la era de los esteroides– cuando se registraron 45.327 imparables.
El promedio de bateo de las mayores bajó a un mínimo de .237 en 1968, lo que provocó que la MLB bajara la lomita de los pitchers de 15 a 10 pulgadas a la siguiente temporada y redujera la zona de strike.
Las autoridades del béisbol están preocupadas por la disminución de la acción causada por el dominio de los tres desenlaces básicos: el jonrón, la base por bolas y el ponche.