Parecía una pieza de repuesto, no más. Y terminó bateando una pelota por encima de las vías del tren para depositarla fuera de los confines del Minute Maid Park.
La clavó en el corazón de Texas. Luego, soltó el bate, se dio un par de golpes en el pecho y batió un puño en el aire, mientras miraba hacia la cueva de los Bravos.
Tres meses antes, bateaba para .192 en un equipo que estaba en el cuarto sitio de su división. Hace dos semanas, no podía jugar por haber contraído el COVID-19.
Jorge Soler, quien hace cinco años era un actor secundario en los Cachorros de Chicago que conjuraron la sequía de títulos de más de un siglo en la Serie Mundial, fue elegido el martes el Jugador Más Valioso en la coronación de Atlanta, tras seis juegos frente a los Astros.
“Desde hace mucho tiempo sabíamos lo que él podía hacer”, dijo en la sala de entrevistas Freddie Freeman sobe su compañero, quien esperaba para subir al podio. “Hace dos años que él estaba bateando 50 jonrones. Es increíble lo que hizo en esta Serie Mundial, luego de enfermar de COVID en la Serie de Campeonato, perderse 10 días, para volver con todo”.
Soler bateó para .300 con tres jonrones y seis empujadas. Pero los números cuentan sólo una parte de la historia.
Cada jonrón fue un momento que quedó grabado en el tiempo. Es una tercia que se repetirá una y otra vez cuando se presente a Soler en un juego, reportaje o entrevista, durante el resto de su vida.
En la edición número 117 de la Serie Mundial, logró algo nunca antes visto desde el comienzo. Bateó un jonrón en el primer turno de un Clásico de Otoño.
Luego que el dominicano Framber Valdez le lanzó dos bolas, encontró una recta a 93,7 mph y envió la pelota por encima de la pizarra del jardín izquierdo.
El sábado, después de que Dansby Swanson empató la pizarra con un jonrón en la séptima entrada, Soler logró también un cuadrangular frente al dominicano Cristian Javier. La pelota pasó muy cerca del guante del cubano Yordan Álvarez, quien se estrelló contra la alambrada del Truist Park en el jardín izquierdo.
Ello dio a los Bravos una ventaja de 3-1 en la serie. Y Soler se guardó lo mejor para el final.
Con la pizarra igualada 0-0 en el tercer acto del encuentro del martes, Atlanta colocó a dos corredores a bordo con dos outs ante el venezolano Luis García. Soler llenó la cuenta.
Soler prendió un slider y sacó la pelota de foul. Hizo lo mismo con una recta, enviando la esférica un poco más lejos.
“Yo pensé: Si él me lanza una bola más lenta, puedo conectarla y sacarla”, relató Soler. “Si me tira la recta, sólo voy a tratar de sobrevivir durante este turno”.
Vino una recta cortada a 83,4 mph. La pelota giró para quedar justo en el centro del plato, a la altura del cinturón de Soler, quien ya no volteó para ver cómo la bola se iba hasta la calle.
“Inmediatamente después de que le pegué, sólo miré a nuestra cueva y empecé a celebrar”, contó.
Tras desertar de Cuba en 2011, Soler firmó con los Cachorros por nueve años y 30 millones de dólares. En septiembre, fue cedido en canje a Kansas City, por el relevista Wade Davis.
En 2019, lideró la Liga Americana con 48 jonrones. Luego que las lesiones devastaron los jardines de Atlanta, los Bravos se hicieron de los servicios del cubano el 30 de julio